La tríada de las picas

La tríada de las picas

Algún día extrañaremos el vacío,
la mirada y el ultraje a lo oscuro,
buscar en lo inexorable razones precarias
que vistan santos con la mano más impúdica
y la gracia más repugnante…

Algún día vendrán días con antifaz de noche,
galantes, como embutidos de lujuria,
al éxodo, ergo, despellejados danzarán
junto a su virgen nómada, embusteros,
y su tráquea de angora vomitará sobre las sombras
recónditas de las cicatrices.

Y a todo lo enfermo, la úlcera del omega,
el trasgo del verso, embebido en sinodales
de vagas retóricas…
me estremecerá la ruptura de las agujas
desangrando la cabeza aura de Cristo,
y sus penetrantes monogramas calzarán
la más infame huella, la huella del segundo mortero.

Algún día…

escribiré cartas en voz baja
a los sueños,
le cantaré al silencio que tose
a tu siniestra,
le bailaré a la desnudez del satélite
…moriremos tan lentamente, que la muerte
enfermará y escribirá su epitafio sobre mi frente.


Mas reposando, la acústica entre los dedos,
un pedazo de trova inmolada,
un guijarro, atávica sonrisa,
semblante, sable y zarpazo… que si algún día
contuviera quietos los recuerdos,
una caja de música saltaría a mi estómago
entretejiendo hamacas con mis vísceras,
y entonces, el sueño bermejo tañería
misas de sol naciente, fecundidad en el aire,
en la noche,
en el embudo noctámbulo de una estrella achatada,
en tus senos,
en el espacio…


Al reverso del verso cuadrático,
la muerte,

y mi esqueleto
en vaivén de péndulo; la tríada de las picas...

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