Unificación

Unificación

I

En las arenas de Jesucristo, mendigando
más allá de la limítrofe de Jerusalén,
reunidos todos, los hijos de la lluvia esperan
esquilmar, ávidos, rapiña mezquina.

Dios ha creado el universo a semejanza de su edén;
éter biófilo.

Y en aporía, disímil, da gen al tesauro de los avernos,
el pandemonio, que férvido expone su necrófila
altivez.

II

Hombre privilegiado, que gozoso e injusto
mereces el ayuno del prepotente, ante tu esposa
e hijos, maldigo tu bienaventuranza…

Tuyo es el mundo, en el que siembras las leyes
y cosechas la injusticia;

el litigio mórbido…

Tuyo es el mundo, soplo de pluma al vacío,
epíteto erótico pero siniestro de la fertilidad,
tus aires acogen los huracanados cielos
y construyen abstracciones:

carrozas de fuego níveo,
hisopos y asechanzas de ceniza,
razón dicha, hijos de la lluvia…

… ¿qué hacen fuera de Jerusalén?


Hombre indigno, de oprobio,
en tu corazón está el desdén acérrimo
a tu virtud,

desmereces el mundo nutricio, pero lo privas
de ausencia.

Oh! pútrida simbiosis, oh! miserere del mundo,
corruptela e indigna causa,
el efecto será apocalíptico,
alquimia del deseo preponderante.


tú que asesinas al justo y al virtuoso,
tú que te llamas pecado
sopesa tu destino (…) Dios lo perdona todo.

< Hombre que vanaglorias la areté,
considera tu inmortalidad;

tuyo es el infierno…

Hombre pragmático, corrompe tu corazón,
y derrumba las maravillas
con tu ciega fe.

Hombre de dogmas, patrocina la mitosis de tu espíritu,
pero deja tu alma intacta.

Hombre, muere justamente en los paradigmas
del Logos.

Asimismo, que la arenga prevea la anarquía,
rebélate y urde el estandarte de la guerra,

Filósofo, da razón de tu muerte y niega al universo;
así como Dios te ha negado.

Músico, abre los grifos místicos
y que el alma se derrame sobre los blasfemos.

Pintor, hazle ver al ciego su necedad.

Escultor, esculpe el espíritu con
la carne del desgraciado. >


Hombre, clavícula del tiempo, tuyo es el espacio
donde impera el vacío,
donde han muerto las esperanzas, más cerca
de lo que se juzga.


Universo, pérfido Caos, útero de los andróginos,
así te ha mancillado el hijo de la lluvia

Tuya es la cadena adamantina
del depredador cosmogónico,

Hombre, que todo tuyo es el mundo y el universo;
el amor y el odio,
la vida y la muerte,
yo te maldigo.

¿Cuál es tu privilegio para ser amo de la materia
y de la antimateria un ente que prevalece?

Desaforado yo que no habito el universo,
cuerpo de carne y nervio arrebatado,
musa y amada, odiada también,
¿dónde está mi morada?

Canto la canción de los nenúfares,
y su lejana salinidad convoca el lienzo
de su desnudez, donde muertos se ahogan
y regurgitan la vida masticada.

La nada adormece la sintaxis de mi lenguaje,
y mi existencia sensorial desaparece, se desqueja.

Malditos bienaventurados
qué privilegio de habitar su universo, reitero

yo no puedo habitar el universo,
privado estoy de mis cosechas,
del amor crónida,
del tiempo,
de la vida y la muerte.

Bendito, yo, porque soy justo,
porque evito el destino
y convido al buen banquete

porque siembro para la plaga
y no para el hambre,

porque escribo exordios
insondables,

porque me cuido y le cuido del destino,
cruel; del farruco osmótico del tiempo relativo…

Bendito de nuevo,
porque mi amor no le arrastrará
al futuro incierto,
pues es el más puro

el más razonable,
y el más prudente y mesurado,
el más firme y orgulloso,
el más virtuoso.

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