El arte de ser blasfemo

El arte de ser blasfemo

“A todo hombre que sueña le falta un tornillo.
Este tornillo no los volverá cuerdos;
por el contrario, los preservará contra la pérdida
de esa locura luminosa de la que se sienten orgullosos.”
Quinquela

Y aunque esté muerto seguiré diciendo que estoy enfermo.

No es que esté loco, sino que domino muy bien el arte de hablar con Dios. A veces he blasfemado, me he burlado de él y le he escupido a la cara, sin reírme. Dicen que estoy enfermo, sólo porque vomité cuando se tiró un pedo. Dicen también que se me zafó un tornillo y que voy pateándolo sin pisar raya (porque es de mala suerte) hasta el peor lugar del mundo. No comprendo. Dicen por ahí que debo buscar aquel tornillo pero sin encontrarlo, porque una vez que lo encuentre, el sueño retornará a la máquina de café y no se sabrá de quién es el tornillo: si de la máquina o de mi cabeza. Pero ayer abandoné la metáfora y hoy busco el destornillador ansiosamente entre los tiliches que celosamente guarda el desorden de mi taller.
Entre manchas de aceite y calendarios de años recónditos que exhiben mujeres en lencería, hago el simposio entre el sueño y yo, místico y erótico, que nos llevará al trillado juego de ajedrez y a la embriaguez de cada viernes, a la meditación sonámbula y a una dialéctica lamentable de la que buscaremos cualquier pretexto para hacer el amor. Pero qué puedo hacer para evitar el pecado, si su cuerpo somnífero se me enreda como constrictor sobre las llagas causadas por las brocas, los tornillos, las tuercas y la demás hojalata que hay en el suelo, como si alguien maliciosamente la hubiera arrojado cuando me dispuse a la blasfemia. El sueño me dijo: dios es pésimo para jugar matatena. Hago una aclaración: no soy impío, ni poeta ni tampoco mecánico, sólo soy un hombrecillo que arregla máquinas de café.
Vallejo sigue sonando con acritud en mi cabeza: “yo nací un día que dios estuvo enfermo”, dijo. Y yo me la creí, traicioné con pujanza mi dogma y negué a dios tres veces. La primera vez llegó al taller, ya lo esperaba. Le pedí amablemente que esperara su turno, pero él insistió en que lo atendiera primero; era la costumbre. Pero me negué rotundamente a hacerlo y lo persuadí a esperar con una revista pornográfica en el asiento. Cuando pude atenderlo ya se había marchado. Al otro día lo vi llegar en su vieja camioneta tirada por ángeles parcos, quienes bajaron luego una chatarra, que más que máquina era un paralelepípedo de colores y forma neoplasticista. Ah! Mondrian, exclamé, es un honor tenerlo aquí para cuidar su salud. Pero dios, al advertir mi reverencia articuló una serie de improperios y graves injurias y se marchó furioso azotando la puerta. Me quedé un momento mirando aquel cuerpo de simple geometría y lo examiné detenidamente. El olor a cafeína era determinante para concluir qué carajo se traía dios conmigo. Y volvió al tercer día, boyante y con una risita intimidante, y como era de suponerse me pidió compostura para su máquina, y le dije: no señor, aquí no arreglamos máquinas de café, pero arreglamos sueños y una que otra alma, por si le interesa… Y enojado, más que el día anterior, dio manotazos a lo largo de mi taller, tirando las herramientas, tañendo el metal contra el suelo. Le dije: calme, calme, arreglaré el desperfecto de su máquina, pero por favor váyase. Y se fue. Dios había regresado a su reino, satisfecho por mi gran oficio.
El sueño se cuelga hoy de mi sombra, a la siniestra del deseo, y yo sigo caminando (sin pisar raya) buscando mi tornillo. Me encontré con un amigo la otra vez, y me preguntó desconcertado si los sueños eran una blasfemia. Yo le dije, naturalmente, que sí, y que la culminación de la blasfemia era la enfermedad. Y agregué: pero no te preocupes, hermano, ser blasfemo no es otra cosa más que venderle a Dios una máquina de café descafeinado.
Dios nació un día que estuve enfermo (…) era un sueño extraño, era la muerte, pero al fin de cuentas estaba enfermo.

Si estar loco es la facultad de hablar con Dios, soñar es la virtud de blasfemar y negarlo.

2 comentarios:

Viviana Matus G. dijo...

je...!!!

odio tus metaforas...!!
y aveces te odio por k superas mi cabeza...
eh escuchado tantas veces la palabra pesimista de tu boca, que empiezo a odiarlo...

y es que es bien cierto que el que no toca fondo, no sabe cual es el fondo...
es bien cierto que el que no ha besado, no sabe lo que un beso es,
y es bien cierto que el que no espera, es por que jamas ha esperado nada.

Blasfemo de dientes para arriba, y como dice el final de tu escrito,
soñar es la virtud de blasfemar y negarlo.


como el final de mi escrito, decir que no espero es decir que miento, y miento no con el fin de obtener algo,sino dejo la corriente que siga la vertiente, dejo al aire pasar sobre nuestras cabezas, dejo al viajero que llegue a su destino, y sigo buscando mi tornillo...
mientras....preparo una taza de cafe...!!


me gusto...
vaya, aveces sorprende la gente, y sigo diciendo que adulo tu pequeña mente...!!

Anónimo dijo...

ya dime de cual te fumas??? jaja no es cierto o si?

ya tu sabes, me gusta muchote como haces poesía, te conosco "literalmente", y tengo la certeza de decirte que eres GRANDEEE, eres un gran chico, un chico no muy comun. ya sabes que se te quiere y seguire tus letras tan lejos como quieras mandarlas.


***LEX***

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