Yo Muerte

Yo Muerte

Altivez “tremendae”
finísimo tu fuero ensombrecido
con tu profecía.

Décimo cuarto sol, luna negra
agrietada a navajazos
y amplias hojas de metales cosmogónicos

Nox dulcísima y perenne,
voz impía…

En los ojos de Albión,
bajo la vidriería de Jerusalén, el mediterráneo
el Atlántico y más acá;

Allí corteje la ironía
de los astros,
reí entre los males de tanta maquinaria oxidada
embalsamando viñetas
con sulfuros rosáceos…

y tu saliva de mercurio
envenenando aguas
y ríos magnéticos.

tus gráciles pestañas
como las ramas, oscila decadentes
y caprichosas
como el fuego alucinógeno
que explota en el vientre
de la Nox fatua.

Endecha en tu calvario
sigue y sigue el pentagrama
feneciendo
en la nefanda corteza
de tus manos en ristre,
tejiendo órganos moribundos
que suenan a la cópula de las nebulosas
que te coronan;
y las canas menguantes,
poseídas, aullando sobre tu sombra derretida;
tu rimel de bilis
escurriendo de tus lágrimas,
la muerte abriendo tus piernas
posando su lengua como mariposa
sobre tu sexo estéril…

Friega de desnudez,
ah! lo recuerdo
cuando en tu alhajero
ocultaras los lienzos del planeta que hurtamos,
y las estrellas y el tintero negro;
un trozo de carne
un corazón tiritando…

Lo recuerdo…

El septentrión
que acuchilláse tus vísceras
como la obra magnífica de las estelas,
y la colisión de una huraña
galaxia bajo tus cejas.

Recuerdo a Dimas, elevándose como un semi Dios,
recuerdo a Jesucristo y a La serpiente emplumada
bendiciendo la muerte…

En tus muñecas
la erótica de reptil castañea
como los trasgos del templo
recordando el Memento Mori,
por la mañana cuando el sol
escurra a medio horizonte.

Y dimas robó y fue crucificado…
… y Cristo violentó y fue crucificado…

Pero hoy no recuerdo a Dimas,
ni a Cristo,
ni el momento en que comencé
a olvidar.

Las reminiscencias son putas
que desangran la clavícula
de su hacedor
y lo vuelven loco,
tan loco que a deshoras mira el reloj
y aúlla el sueño que transcurre.

Lo recuerdo…

El cadáver,
los senos clavados
en un epitafio,
los labios devorados por la ceniza,
y sus piernas clavadas
en mi moldura…
Casi recuerdo la noche
donde dije, agitando los puños:
Nox! tu ninfa, ciudadana de tus lindes,
tu dogal trenza
y así tu garganta amarga
estrangula por siempre…

Y para olvidar que la muerte
es una orgánica reina,
abriré el evangelio
de tus recuerdos,
pero ah!...

Lo he olvidado.

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