Por qué odio a Silvio Rodríguez?

Hace unos cuantos segundos que murió el poeta, y me preguntaba si era eficaz, o de alguna forma ineficaz devolverle a la vida, citando una de sus más memorables epistolas en voz alta. Mientras mi padre, fuera de la habitación injuria al esquisofrénico aristócrata del televisor, y yo, con voz de idiota y quebrantable tratase de amalgar mi postura en contra de la vida real, torturando con un cinema de terror los versos de Verlaine. Pero las risotadas de fuera, la grotesca palabrería y los mundos chocando entre pitidos y nubes de gasolina, me impacientaron y arrojé el papel sobre la cama a la vez que gritaba impaciente: A la chingada!!!!
Era tanto mi terror, pero también lo era mi amor al desenfreno, a la amargura y la oscuridad de un amorío con Poe, que me bastó un segundo para olvidar mi inquebrantable honor, y escupí las mismas injurias de mi padre sobre toda imagen compulsiva que en ese momento acudían cual envenenada a mi mente. Es evidente que mi corazón es como una escarcha corrputa entre las trincheras del infierno, y por eso, soy abnegado a creer en esta sociedad maldita, que osa desenterrar mi mente de su cuenca de vacío, para así atarla a la tremenda e inasible realidad de las serpientes devora hombres.
Soy una muralla infranqueable cuando se trata de los límites. El corazón no puede mandar en una palastra claramente dominada por el alma. Así mismo, el espíritu no puede, incluso no debe sublevarse contra el raciocinio y la convexidad de la mente. Pues esta está destinada a ser, por siempre, cuasa de vida y horror y cuna de muerte.
Por eso, temía a las enfermedades, al olvido, a la estupidez, y me arrinconaba con un libro de Charles, mientras mi piel iba siendo poco a poco consumida por las arañas. Más que hombre, mi figura era la de un ánima errante en un viaje despiadado hacia la nada, y todo fulgor que pretendiese la sonrisa, me enojaba, al punto de estallar mis puños y reventar contra los muros.

Así funciona esta estampa a la cual tiernamente he llamado vida. No es más que el despiadado despertador cobrizo que se asoma por la ventana, y quema la piel con la agudeza de un águila. No es más que la sutileza del escándalo y la perversión; la rutinaria polifonía. Esta vida a la cual, llamé mierda, hace unos cuantos segundos, porque ahora, he descubierto que el astro raquitico que me observa directo el rostro, es el legado de un dios al cual no pretendo despertar, porque se ha de salir entre el caudal de algún pintor errante del atlántico, y la canción podría amenazar con regresar y regalarme a la comadrona de las locuras.



Un hombre se levanta y teje entre su garganta un gorgoteo que parese trinar en cualquier rincón de esta desvensijada casa. Se encarna a mi pulmón y la disnea atelaraña mi pecho, esbozando eso que se llama sonrisa. A poco una virgen ha reanimado mi vista creyendo ser la luz. Una busqueda de sueños invade mi frente, y una nube de alivio zurca intranquila. Soy ante todo, como una puta sin nombre que reanima su carcaza y su oxidada cabeza, vendeindo su alma al viejo que le ha regalado su mano a la madera, mientras yo paresco la termita que adorna su cuerpo y su corona.

Por qué odio a Silvio Rodríguez? No lo sé, pero si he de odiar al amor, porque no empezar con la metralla que vomita cenizas y sobre todo alegrias?
Ya sé, lo odio porque mi nefasta muerte se ha visto interrumpida por la guitarra que levanta la mano y toca mi seño, y lo hace luz, lo hace humano y tenebroso. Y ya amo el sonar de las aves, el canto de los árboles, el sabor amargo de la brisa nocturna. Y Poe, y Verlaine y Charles son navajas tristes de mi vida, que reaniman mi estadía, pero que no alegran, como el brujo, este cuerpo putrefacto, ni lo hacen sedante lunar ni estrella parpadeante.
Más bien, diría, odio a Silvio Rodríguez, porque me he atrevido a amarlo con cada membrana de este viejo y corrompido oído!!!

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