Moralista inoportunista

Al igual que en las montañas
mi vida pareciese sobrecoger
una lejanía adusta y boreal,
este reclamo inocente a los postreros,
de esos que liban el sudor de la luna
con impureza insuficiente,
renegando siempre del infortunio omnisciente
de aquel, que con la diatriba de sus puños,
lacera escandaloso estruendo en la maraña
de trasgos soporíferos e insomnes versos.

Dentro de la moral de este yo,
vacía vaga la encarnación del autosuficiente,
del esqueleto que a la noche y en la cama
de esta cima abrasadora
parece el rayo partido con la guillotina en el párpado,
y una radiografía, reflejada en la inhumación
partera, de cuan ceniza arremete a la franqueza;
y mi ceniza es voz, silencio gris del infranqueable
cadáver nocturno,
tangente plateada de lo que mi razón descabellada
emprende orar en apología inversa a la infamia…

No es que prefiera el canto a la sensatez del silencio,
del encanto al olvido,
y de la muerte vívida a la vida mortal,
pues de esta vida, de esta casa de morteros
de la que harpías flamígeras hacen homogéneas chimeneas,
ese vapor que se alza ominoso como el enjambre
de todas las noches,
como el mar infinito de sombras cuyo cuerpo
desflora los haces que alumbran las moscas
de los entes muertos;
No será que ellos, fantasmas de la insondable muerte,
preludio de la muerte viva y la vida muerta,
me han amordazado los silencios,
y la filosofía no es mas que la apología de esta muerta moral
y de esta razón mutilada por las guillotinas del sueño.
Quizás el pecado me entienda mejor…


No es vano intentar ser lo que la luna difiere
entre sus pétalos de acero,
por eso que escribo sin rumbo,
como si no supiera que escribo
cuando ustedes, poemarios, saben que doy vida
a traviesa de un campanario de abedules y tulipanes,
de galaxias post-mortem y avenidas fúnebres;
ay de ustedes! epígrafes del universo,
postas ultramarinas de los ecos aviares,
ay de mi! no les digo muerte,
porque les deseo el sufrimiento.
Así vengo a ser el hombre
que ha perdido su razón moral
en un juego sempiterno de errantes sinuosos
y campanarios que me producen tintinear nervioso,
así pues les condeno a la vida,
ante esta luna multicolor,
en cuyos sables me extiendo en rigor…


Y su extensa morada de diarreas
y vomitivos,
este badajo que no repara entre las sienes
de quien bajo la noche le ha visto injuriar,
de quien las moscas el manjar apetitoso,
cual rapiña ávida de entrañas vacías,
de hombres de letras y de artes inútiles
que se sientan a la cima a contemplar,
el cielo vaporear y condensarse
tras los orbes de espectacular baile,
aquellas caravanas vírgenes de horizontes
equívocos,
esas ánimas, viejos reyes, natura escandalizada,
átomos suicidas, tumbas ambulantes, de carne!

Bien, no me decido esta noche, tarde o mañana,
sea lo que fuere,
por la realidad, la muerte, la moral, la filosofía…
la vida, mi existencia, la razón, la poesía…

Ustedes, que leen, o que dicen no ser ciegos,
ante noches tuertas,
qué redobles y sobre que pieles agitarán las baquetas?
serán no sino acaso el yo
quien les ha perdido el paso,
el sueño, la procesión mortal de sus huellas;
ante la perenne politonal, de este matiz y este prostíbulo
de neones y relucientes esquemas y parábolas,
he de condenarlos a la luz y sublevarlos a las sombras eternas?
soy yo acaso, de quien olvidar les ha resultar placer imperecedero?
epíteto de lo inmortal, menester de los fantasmas,
ignoto del yo mismo…

El olvido me viene a silabario de lácteas mamas,
de riñones boquiabiertos y silencios regurgitando;
mi nombre en la yerta brisa del chapoteo me sabe
seco.
A que vienen chispeando los pasos meridionales
de algún continente sombrío,
dragado en las fauces del olvido;
conquista izada en telares blancos,
o infortunio en atalayas de papel;
a qué sentido calvario rezar
si el olvido es la sensatez de lo que
dios mío vino a destruir: babel!


Si bien hablo con los oídos sordos,
mis tímpanos no son ciertamente mudos,
el eco de su voz susurra lejos, hasta la campaña
de las osamentas gélidas
de algún demonio entre el éter;
pero no he dicho nada más allá de lo infinito,
ella, ella, mi cuerpo, el yo, yo mismo,
no fulguran como prístinas de la noche,
sino que adoquinado el pensamiento,
y lo remarco:

(Adoquín es el amor,
pie es la belleza,
zapato la espuela del tiempo,
suela el pensamiento
y la falaz armonía del suelo
y el casquillo del paso.) *

Será mi estancamiento, dime, noche,
si he venido a hacer bien
o soy ajeno a tus luces
y mi cuerda es sólo vorágine
de quien pende de los azotes de tu manto,
de quien soy, amante, impertinente, mentiroso,
defensor del odio y bóreo del brazo níveo de la eterna paz…
será que no soy más que el puro reflejo de tu cuerpo.

Hallo mi objeto colgando en tus oídos,
en tu vientre de conejo,
en tus pezones, tus muertos…
Perecería no siendo muerto de tu fosa.
flor de tu entierro,
y aún así, difunto sería, pues de tu espejo;
fusil eternizante de los dioses,
como espino que me corona cual cristo
en las vasijas chirriantes de aquel nombre,
nombre que sólo sabe de mi marcha…

Hallo en tu vientre miles de hijos
masturbándose y eyaculando en tus oídos;
miles de fetos vertiendo muerte y vida en tu cuerpo,
hallo en tus brazos un motivo para renunciar al silencio...

...

*Omisión inquisitiva

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores