Defensa del miedo

Cuando malgastado el teatro
omnisciente yo, invertebrado
veo nervioso la araña en el tejado
escupiendo su sombra en telarañas poderosas
devengo incauto su ramaje,
es cierto, comején de miedo
inmaculado apetezco,
como si la sangre que rueda atascada
en las bisagras del tiempo
fundiera en notas crujientes
la respiración que llevo agolpada

Sin embargo, no es mi sangre
funesta telaraña quien hace presa mi calor,
es la sombra del bicho
que eclipsa mi razón,
la vasija que derrama la noche
como una muerte afónica
y ahoga el eco tras el soporte de mi espalda;
es ese bicho, ser maldito, escarcha de un inverno
que no escampa

Y no se puede hacer gran cosa,
si el terciopelo en mi garganta
se atora para gritar, y otra vez la araña
sin miedo a nada
me excluye mostrándome la espalda
y sigue labrando su telaraña

Si algo más aborrece este trovador
es la furia con la que el tiempo y sus profetas
lo dejan gritar a solas
y se hacen los sordos,
solo para saber si escuchan…

Pero no gritaré aleatorias injurias
desgranadas de mi corazón,
solo observaré, sentado en el fusil
tarareando silente que hermosa araña
ha llamado mi atención… y tejido mi ego
con la desventura del horror,
que solo mi voz exclama
y que ella con sus patas, en hilos de silencio y olvido llama.

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