Sin nombre

Sin nombre

En un anafre he encendido el silencio,
quemado hasta la última ceniza
un nombre ya deshecho,
jadeando, eternizando,
hechizado,
flotando en mi disnea,
en el sumo ardiente de este sopor
maldecido por el aroma fatuo
de tu sinuoso tormento.

Suene o no una flama a tu nombre,
del cual oculto mi crisis,
de sustraer la corola al epíteto
mágico que te ensombrece,
cargaré tu peso blandengue
crucificado en el humo,
jorobando mi boca y
tumbando un verso a tus orillas
furiosas…

Sea un mar de colores psicodélicos
tus cabellos que se aferren a la arena
robando la sal que se mese en tu reflejo,
sea la luna tu cansino andar
en el cuerpo yerto, ataviado
bajo mi paladar.

En el albo, tus huesos huyen
escondidos en los jirones de las nubes,
cada forma, inerme de mi estoico parpadeo
se fuga como una quimera en los andrajos
del mausoleo,
cielo gris, tapiado de negro,
encendido en querube ígneo
que deambula en el horizonte,
maldito, vago y sin nombre.


Fuéra el atrio zaranda fúnebre,
donde se cuelen tus cenizas fundidas,
o el polvo de magma extraviado
en mis fauces cabrías,
la cadena entre mis garras, entera
y fundida,
matizando los espejos de la tierra
y cielo,
sobre tu crin sombría…



De mis hermanos, el cuerpo blando,
de Dios el alma oblonga,
de Satán mi sotana oscura,
de ti la existencia, la franqueza,
la llama pura…